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Hacerse el Político

Por: Fernando Vallejos Director de Sensum consultora y Analista Político. Un clavo, es una pieza insignificante si la tomamos en nuestras manos y la observamos como unidad, no haría ninguna diferencia. Pero si el mismo clavo fuese la pieza que sostiene la estructura vertebral de un andamiaje, la historia cambia. Un liderazgo es como un clavo. Solo, no vale nada, pero en el lugar correcto puedo hacer que todo tome sentido. Hacerse el político, es ser un clavo, ¿Pero qué clavo? Tomando el texto de Spinoza citado por (Han, 2019). “Literalmente, yo diría que se hacen los idiotas. Hacerse el idiota. Hacerse el idiota ha sido siempre una función de la filosofía”. Modificando algunas partes de este conjunto de oraciones para desarrollar aquello por lo cual estamos interesados, quedaría; Literalmente, diría que se hacen los políticos. Hacerse el político. Hacerse el político ha sido siempre un problema en la política. Hacerse el político es tomar un traje que no nos corresponde, pero que el contexto ha favorecido a que así ocurra. Estos hombres o mujeres que llegan al poder con la intención de gobernar en términos de parecer, fracasan. ¿Por qué? Porqué Maquiavelo aconsejaba a parecer antes que ser, pero Lorenzo de Médici II, era. Era todo lo que un gobernante podía ofrecer. Entender el consejo político filosófico de la obra “El príncipe” es considerar que la figura utópica presentada en tipos de principados, no es un ideal. Sino que está basada en la vida de Alejandro VI y César Borgia del cual fue funcionario. Esta figura que juega a la política en tierra de lobos y ovejas rebeldes, entra en conflicto con intereses que dan de lleno en la gobernabilidad y hacen de ella, un liderazgo débil. Entonces, ¿Va quedando más claro? hacerse el político es igual a un liderazgo débil, y estos fracasan con el tiempo.

Yendo un poco al pasado podemos observar el gobierno de Marcos Aurelio y compararlo al de Calígula, lo que nos permite observar, estos dos tipos (Fuertes y Débiles). El primero, es un naturalis políticus, un ζῷον πολῑτῐκόν puro en Aristóteles, pensador, carismático, capaz de tomar decisiones firmes en situaciones críticas, una figura divinizada, que encarna al pueblo. El segundo es un idiota, violento, carente de carácter, enemigo del pueblo, un impostor. Para está época, estas diferencias marcaban un liderazgo. Considerando lo que pasaba en Roma y volviendo un poco en el tiempo, podemos considerar que estas figuras, y sobre todo la segunda, presentan algunos cambios en la estructura que se manifiesta. Esto se da con la aparición de las monarquías absolutistas. Los nuevos reyes separados de los favores de Roma, generan en muchas zonas liderazgos forzados, ergo devienen en fracaso y subyugan sus pueblos. Las guerras encarnadas en líderes fuertes durante este periodo dieron origen a sistemas más blandos de gobierno. La democracia es un sistema (o régimen) blando que favorece la gobernabilidad a liderazgos fuertes. Un político en democracia en una persona vacacionada, que llega al poder mediante la competencia leal y legal, favorecido por la fortuna y acompañado de sus virtudes naturales. Argentina es un país donde la sociedad requiere de los políticos un poco de todo. Desde un extremo a otro. Por momentos quiere un líder que respete lo institucional, por otro uno que imponga autoridad mediante la violación de derechos y/o libertades. Las formas institucionales son vacías en contextos donde se requiere de una figura hibrida. Si en Argentina se requiere que un líder sea hibrido ¿Qué hacemos con los tipos planteados? La verdad es que los argentinos, padecen de un síndrome, dicen una cosa y viven otra. Una encuesta elabora por (Tedesco y Diamint, 2019). Arroja resultados que evidencian ciertas preferencias. Más del 60% de los encuestados manifestó que prefiere líderes fuertes, poco democráticos, para gobernar. Aunque también dejan claro que, esto perjudica el desarrollo profesional de la política. Las provincias Argentinas son un modelo de política que prioriza y acentúa los liderazgos fuertes y poco democráticos. Cada una de ellas mantiene un grado de democratización, que se basan en alternancia en el gobierno, modelo de partidos, cantidad de elección. Formosa tiene un cero, ya que desde 1995 a la fecha mantiene al mismo gobernante. Las provincias del NOA y del NEA son las que presentan menor puntuación en el sistema democrático1. Abordar este tema parece lejano, pero en realidad nos acerca a lo que decíamos supra, cambios en los modelos de liderazgos fuertes y débiles con la llegada de la democracia. El liderazgo político fuerte se ha vuelto una síntesis, mantiene virtudes naturales pero a su vez incorpora otras cualidades, como ser; empático, competente, integro, fiable, honesto. Pero por el otro debe encarnar una figura de autoridad dentro de los límites del sistema formal. Por otro lado el liderazgo político débil se ha vuelto una tesis. Ya no es idiota y violento, carente de honestidad y lleno de tiranía. A esto llamamos imitación de las virtudes, una actuación, una mala actuación. La imitación está limitada por lo que los expertos llaman, falto de competencias. Hacerse el político lleva a que las medidas adoptadas durante un gobierno estén en mayores medidas influenciadas por terceros aduladores. En conclusión asumimos que la concepción weberiana puesta de la siguiente manera es la que mejor explica la diferencia moderna entre un hacerse y un ser político. Un político que vive de la política no es lo mismo que un político que vive para la política, el primero se acomodara al contexto para beneficio propio, el segundo se transformará por el bien de todos, aunque el perezca.

Entonces, hacerse el político como decía Spinoza te hace un idiota y literalmente un clavo aislado en la manos, sin utilidad para el gobierno. ¿Su fin?



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